jueves, 27 de octubre de 2011

Siempre a estas horas, cuando doy vueltas en la cama y no puedo dormirme. Siempre pasada la medianoche, como una réplica, algo me empuja hacia el ordenador y me hace buscar una canción de orquesta. Siento una extraña melancolía, entre alegría y desazón, de navidades que nos hacen recordar tiempos mejores, de luces en las calles, de calida ilusión, de 6 años y medio.

Siempre de noche y en silencio la memoria se conjura y me devuelve allí, o aquí. El pasado es a veces tan poderoso que puedes volver al 2007 escuchando una canción y sentir lo mismo que sentias entonces, aunque solo sea durante 4 minutos y 48 segundos.

¿Nadie dijo nunca que lo que aprendemos de los errores luego no nos sirve para nada? Se estaba bien, a gusto y muy tranquilo, al filo de cometer el error. Como un gato aovillado bajo un edredón pegado a la estufa, ronroneando indeferente a sus bigotes a punto de chamuscarse.

Tengo ganas de hablar con alguien, pero ya no es lo mismo. Ya nunca será lo mismo. Es curioso como las personas que me han roto en pedazos nunca han sido amores, lo que me lleva a considerar cuanto quise yo, en el caso de que alguna vez quisiera. Antes, allí. O aquí. Depende de la canción.