domingo, 23 de septiembre de 2012

Las amistades peligrosas.


Que os contais documentos queridos. 

No mucho, imagino, habréis estado aburridos sin mi. O aliviados. 
O intercambiando jugosa información que varía de año en año, o de mes en mes. O que el jueves juré algo que incumplí el lunes. Documentos chivatos. Seguro que os lo pasáis muy bien comparando y despedazando mi vida y la de todos mis amigos desde el 2006. 

Lo que os decía. Estoy hablando con un amigo, que me esta hablando sobre otro amigo con el que se ha enfadado. Tengo desarrollada una gran teoría sobre las amistades. Folios y folios. Si tuviera que hacer un resumen de mis, ponte, 10 años dándole a la tecla, más de la mitad serían disertaciones de la amistad o relacionadas con ella. 

Este es un caso comunus vulgaris de amistad estrecha que salta por la mas reina y soberana estupidez. El roce hace el cariño pero también crea la chispas. Tu no te mosqueas igual con un amigo de toda la vida que con el hermano de tu compañero de trabajo con el que juegas al fútbol un viernes al mes. Ese amigo de toda la vida es muy parecido a tu novia. Ese amigo de toda la vida puede sentirse desplazado, celoso y desatendido. Como tu novia. 

Así que si, podríamos decir que tienes una versión con barba y 10 kilos mas que tu de discusiones a la carta que no te puedes tirar. Si eso, una cervezas o una play de reconciliación. Como mucho.

Que no te engañes, nadie discute por nada. Ni siquiera las mujeres lo hacemos y eso que estamos sometidas a brutales vaivenes hormonales. Si te gritamos es o porque no nos gustas, o porque no deberías gustarnos.

Pero volvamos a ese amigo tuyo. Una relación es mucho, muchísimo mas difícil de despiezar que un reloj, así que vete a saber cuál es la tuerca que ha fallado. Algo que le dijiste antes de ayer o algo que hiciste hace tres años. ¿Te acuerdas de tu novia, o ex novia, otra vez? Te creías a salvo¿Verdad?

Pues no. Mujeres y hombres. Hombres y hombres. Mujeres y mujeres. Un jaleo delicioso. Ya he dicho alguna que otra vez que nos enfadamos mas cuanto más queremos a alguien. Si no, lo oportuno es que a los 5 minutos de la discusión nos la acabe pelando. ¿Te imaginas no discutir nunca? Yo no. Todos abrazados y diciéndonos cosas bonitas con sonrisas dulces y  ojos brillantes. Que mal rollo. Que no. 

A ese amigo, si le cayeras mal de verdad, ya te la habría jugado de otra forma un poco más eficiente que discutir por quién se comió el último trozo de pizza. Si es que siempre habla de mis relaciones, de lo que hago y de como me peino. Pues de algo tiene que hablarte al final, hombre, que después de varios años la conversación se acaba.

Y hay gente que se aburre un cojón de mono,  a veces más que yo, pero eso es queridos míos un tema del que hablaré cuando tenga tiempo y que titulare ¨ Vamos a rajar de alguien y así ya de paso me siento mejor con mis asuntos¨. 

La conclusión es que se discute con lo que se quiere de una u otra forma. Lo que no se quiere se ignora. Palabra de años de documentos perdidos en un mar de sinsentidos. Y a remar.




viernes, 14 de septiembre de 2012

Siempre nos quedará Valencia.

¨Entre el sueño y la vigilia, ahí quiero quedarme. Donde la realidad y la ficción se solapan como en una fotografía mal hecha¨


Eso último es mío, lo he entrecomillado porque debe tener sus años.  Me lo he repetido tantas veces que me lo sé de memoria.

Pero no venía aquí a hablar de eso. Hoy he paseado por jardines y cauces con mi mejor amiga y hemos hablado ininterrumpidamente durante más de dos horas. Alguien me dijo que las relaciones de pareja se queman si pasan demasiado tiempo juntos y no podría estar mas en en desacuerdo. Yo y mi mejor amiga llevamos viéndonos día sí, día sí, día no desde hace más de veinte años y aún nos queda cuerda para rato. Sé que pensaréis ¨no es lo mismo¨ pero a mi me la pela. Me la pela poéticamente. Una relación es una relación y punto. Si ella puede aguantarme -que no es fácil, a veces pienso que mi propio ordenador se apagaría si pudiera- y yo puedo aguantarla a ella existe una posibilidad.

Aún tenemos ganas de vernos y de hablar de gilimemeces de gran calibre. Cuando éramos jóvenes y volvíamos del colegio nos llamábamos para seguir hablando. Mi madre decía cosas como ¨que tenéis que contaros que no os haya dado tiempo de contaros ya¨ y yo tapaba el auricular y la miraba con indiferencia. No he sufrido la mayor parte de los desvaríos adolescentes, al menos, no de la forma estipulada, pero he de confesar que de la crueldad intergeneracional y la dependecia a la tarifa plana no he podido librarme.

Pues claro que nos enfadamos, como los matrimonios viejos. Una vez discutimos en un viaje de autobús a Roma que duraba treinta y tres horas porque no podíamos soportarnos ni un minuto más. En realidad no recuerdo la mayor parte de las discusiones, sé que nos hemos gritado en medio de la calle, en el colegio, saliendo de fiesta o pasando sueño, pero no recuerdo la razón.

Con el paso del tiempo tus amigos se convierten en tus mejores avales. Yo he tenido la suerte de tropezarme con algunos de los buenos y otros... lo eran.  Eran grandes. Guardo un bonito recuerdo de unos pocos archivado entre el odio y la ternura.

¿Por qué no puede ocurrir lo mismo con las parejas? Antes que nada, tienen que ser amigos y llevarse bien más allá del vino y las rosas. El vino y las rosas son para las fechas especiales y para espacios patrocinados por San Valentín, Papa Noel o cualquier otro mofletudo oportunista.

Ayer hablábamos del matrimonio -huelo miedo, mucho miedo- y un amigo decía que hay que saber valorar todas las opciones. Que no tienes por qué terminar casándote con tu actual novio/a y tendrías que estar preparado para lo que fuera. Creo que se refería a tener aficiones y vidas más allá de la misma relación. Pues bien, me pregunto que van a hacer por ti la flauta dulce, el trabajo, la ginebra o el golf cuando te destrocen el corazón. Cuando rompan, trituren y desangren el amor que sientes hacia una persona como si no hubiera servido para nada.

Que si, que yo también puedo ser fría. Fue bonito, valió la pena, tenía que ocurrir, siempre nos quedará París. Mi vida me ayudó a superarlo. De no ser por la tardes con la pandilla de golf no habría levantado cabeza. Ya he conocido a otra persona.

Pero en caliente, esos meses de aridez, de no saber donde caerse, de asfixia y de dolor, a los que aman de verdad, no se los quita nadie. Y no es cosa que ocurra cada dos meses.

Si yo no he superado la ruptura con algunas amistades, o al menos, no del todo, o soy extremadamente sensible o es que no esta de moda serlo y el mundo finge para confundirme. Finge prisa, indiferencia y cierto humor cínico. Aunque con el cinismo siempre voy a estar de acuerdo.

Y me doy cuenta de que con todo esto parece que en lo que concierne al amor y todos sus primos lo tengo claro. Pues no. Para nada.