-No te preocupes, siempre he querido ver un quirófano por dentro.
Pero a ser posible no en la mesa de operaciones, en fin, eso me lo callo.
Bien, ya ha pasado lo más difícil, ya me he despedido sonriendo y han cerrado las puertas. Por favor, no llores, no llores, a lo mejor pones nerviosos a los enfermeros y lo último que quieres es que se pongan nerviosos. ¿Habrá algún estudiante en prácticas ahí dentro? Espero que no, yo necesito profesionales en números verdes, con décadas de experiencia y un pulso de telecupón. O eso o mis amigas, que para algo se están dejando los sesos en esta rama. Que sufran.
Conforme me van atando a la camilla noto como se aceleran mis pulsaciones. No, no quiero que me duerman, ni hablar. Cuando me duerman podrán hacer lo que les de la gana y yo no estaré ahí para verlo.
Una enfermera se acerca y me acaricia la mano.
-¿Estás nerviosa?
Tardo unos segundos en contestar, que clase de pregunta es esa?
-Un poco.
No, no estoy nerviosa. Estoy aterrada. Lo que más me apetece en este momento es levantarme de aquí, salir corriendo por mi propio pié y dejaros con cara de pasmaos… pero como soy una chica educada me controlo.
-Es normal.
Le contesto con un suspiro mientras terminan de asirme, seguro que es para que no me caiga pero ¿por qué me colocan así, con una extremidad para cada lado? Parece que este rota (pulsaciones acelerándose). Ahora me están asegurando un brazo con velcro y poniéndome la vía, estoy tan asustada que apenas me duele. Hace demasiado frío aquí y yo solo llevo un camisón azul, de algodón, que me ha prestado mi madre… se lo compré por su cumpleaños.
Me pongo a temblar incontroladamente.
-Te vamos a dar algo para que te tranquilices.
Supongo que lo harán con todo el mundo.
Me abstraigo y empiezo a curiosear la labor de quirófano. Mi cirujano se esta lavando las manos y pasa a mi lado sin hacer ninguna señal. Si yo fuera cirujano sonreiría y diría unas palabras de aliento. Un ¨nos hemos equivocado con tu historia médica, no hay que operarte¨estaría bien. Ahora están colocándome una lámpara encima que parece una antena parabólica y a mi derecha veo una bandejita plateada con instrumentos quirúrgicos.
Y es justo entonces, cuando todo mi autocontrol y mi humor se derrumba y deja paso al miedo que hasta ese momento solo atacaba a punzadas y se batía en retirada. Un miedo oscuro, desesperado, que me obliga a respirar hondo y a repetirme varias veces que eso no me está pasando a mi, que soy una simple espectadora… Pero no hay vuelta atrás, una serie de imágenes angustiosas pasa por mi mente y me quedo paralizada en la mesa como si un peso invisible me aplastara. Yo ya intuía este miedo, se había presentado con nombre y apellidos pocas horas antes, pero ahora que lo tengo cara a cara no puedo soportarlo.
-Te vamos a poner la anestesia.
¡Habla maldita sea! ¡Di ago!
-Bien.
No llego a ver como enganchan el gotero pero lo presiento a mi izquierda, no te duermas, ten un pensamiento alegre, aguanta, no te duermas, calor, no cierres los ojos, más calor, piensa en todo lo que hay fuera de aquí… todo se vuelve denso. Piensa en…
Pero me duermo.
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