sábado, 12 de marzo de 2011

Las leyendas y las rimas.


Como venía diciendo, él allí tiene otro nombre y otro plan. Pero los mismos ojos. Unos ojos que da vértigo mirar en este lado y en el otro.

Se quita la máscara de metal y, acuclillado al lado de uno de los ángeles que custodian el edificio de correos, observa Valencia dormir bajo sus pies. El no sabe quién es, ni porque se siente tan frustrado. Alguien le ha encontrado un nombre y una voz y lo ha determinado para que sea el malo de este cuento.

El no sabe que no muy lejos de allí, en una habitación pequeña y desordenada, esta durmiendo.


Salta hacia la plaza y al caer no se hace daño, hunde los pies en un río de agua fría que baja por la calle y avanza despacio. Todo a su alrededor es tan familiar... los quioscos de flores, los edificios tristes, desteñidos, brumosos...

En ese momento un libro de tapas arrugadas, se desliza de entre sus dedos y cae a un lado de la cama. Rimas que se rompen al tocar el suelo.

Sigue andando y da un paso... y otro... ¿dónde esta ella, el sueño, el imposible? El creía que la reconocería al verla, su Irene, su Doña Inés, su Roxanne... ¿podía ella sonreírle detrás de tantos rostros?

-Ella no existe -Le dice una voz entre las aguas. - La única promesa que vas a arrancar de este mundo es la de la burla. Nos hacen creer que el gran amor llegará para someternos, como a ovejas apacentadas de espinas y hierba seca.

El se pregunta que debe hacer entonces, si todas ellas querían engañarlo, vagos fantasmas de niebla y luz.

-Tú ya lo sabes.

Y da un paso... y otro...


¨Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.¨


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