Era consciente de que debía estar despertando de un letargo producido por algún tipo de droga, apenas si podía levantar los párpados y le ardían los labios. Aún así, estaba sorprendentemente cómodo. ¨Ya me dolerá luego¨ Pensó arrugando la nariz y ordenando sus pensamientos.
Pero todo en su interior era lento y frágil, como un barco de papel en un estanque. Abrió un poco mas los ojos y vio las rejas, acercarse y alejarse como si fueran a golpearlo y se arrepintieran en el último momento. Estas eran viejas, no como las otras, algunas estaban oxidadas, o retorcidas. Detrás había una pared blanca decorada con tapices de colores. O alfombras. El blanco brillaba como si en vez de los fosforescentes de una celda estuviera reflejando el sol. Los colores se movían.
Flores, luces, voces, agua. Las rejas de las balcones y el blanco desconchado. Un mercadillo. El mismo cayendo de una torre.
Arañó la tapicería del coche. Estaba atado.
Sabía exactamente donde estaba y a dónde iban y quizá hubiera preferido despertar en la cárcel.
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