lunes, 13 de agosto de 2012

Una noche tonta la tiene cualquiera.

Sin ninguna duda, es de una estupidez incalculable. Una soberana gilipollez.

Queridos documentos de Word, se me queda pequeña la hoja, la memoria y la música. Quizá ahora pruebe con algo instrumental, algo con violines del estilo Requiem for a Dream. O más típico incluso.

No me duermo. Por qué no me duermo. Me tumbo. miro al techo y el circo de genialidades que se agazapa en lo más profundo de mi subconsciente sale a pasear como llamado a filas.  Mi gata duerme. Pablo duerme. Todos ellos ponen la oreja en la almohada y a los 5 minutos se quedan sopinstant. Me pudro de la envidia aquí, perdiendo el tiempo hablando conmigo misma. 

Si tengo problemas me desespero, si no los tengo me inquieto, si tengo pocos los magnifico, y si tengo alguno gordo me asusto. A veces me siento sola,  a veces la gente me sobra y me aburre. Me duelen los hombros y las muñecas cuando tecleo. Solo me apetece escribir. Queridos documentos de Word, no quiero un abrazo, ni una canción, ni un saludo. Solo quiero que las letras salten sobre el blanco como si vinieran de muy lejos, una detrás de la otra, como hormigas saliendo de un hormiguero en fila de a uno hasta que pongo el siguiente punto y a aparte.

Si no hubieran inventado el surrealismo el siglo pasado pensaría que estoy desequilibrada.

Que por cierto, nunca se es lo demasiado racional, acabo de calcular mentalmente en que pico hormonal de mi ciclo femenino me encuentro. Irrelevante. 

Ahora estoy calculando el número de cafés del día. Dos. Insuficiente.

Ningún golpe emocional en lo que va de día. O de cualquier manera ninguno que me quite el sueño. 

Me tomo un sobre de hierro. 

Mejor. 

Yo se que todo el mundo debe sentirse así a menudo, pero lo deben llevar a escondidas los muy cabrones. Deberían crear un club o algo así, lacomeduradetarro.org, por ejemplo. Es una putada, así, como lo he escrito, que la gente sea tan normal, tan dócil y tan pacífica con las imposiciones de la realidad. Es un asco que no utilicen la imaginación, es tan asquerosamente normal que me pudre el ánimo. 

Que si, que hay problemas mucho mas gordos. Pero este es mi reino y aquí vengo a quejarme yo. De crisis y recortes ya se habla todo el puñetero día y, por qué negarlo, la política es de lo más aburrido que han inventado. Con mucha diferencia. Si hubiera unas olimpiadas del aburrimiento la política actual -y eso que la inventaron los griegos, que eran gente muy cachonda- no tendría ni que despeinarse para subirse al podio. 

¿A nadie le ha pasado que se aburre aún cuando no tiene tiempo para ello?  Te levantas, haces cosas, te acuestas, te vuelves a levantar, haces mas o menos las mismas cosas -con ciertas sutiles diferencias- te acuestas. Que decir que un día te mueres. Si, todos. No miréis para otro lado. To-dos. 

Y no voy a entrar en temas más trascendentales que me pierdo.

Y eso que yo estoy satisfecha con mi vida, pero me da miedo, por ejemplo, levantarme por las mañanas e ir en metro a un trabajo aburrido de gente gris hasta las cejas de café. Tiemblo de pensar que algo podría diseñarme para venderme al por mayor con corbata y todos los accesorios. Y eso que soy mujer.
Comer habrá que comer, me digo a mi misma, y a la gente normal les gustan sus trabajos. Los que los tienen de hecho se sienten afortunados -no, no voy a entrar ahí, casi caigo- y muchos se sienten realizados. Encuentra algo que te guste. Haz figuras de plastilina, pon de moda el macramé, ponle un palo a algo, promociona, vende, soluciona, rellena papeles. 

Mi alter diurna me va a dar de palos mañana por la mañana por esta sarta de estupideces. 



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