jueves, 16 de enero de 2014

Las Reglas del Juego.

Suelo olvidarme a veces de que este montón de tonterías esta aquí. Hoy un comentario me ha hecho volver y revisar algunas de las letras de meses pasados. Ha pasado tiempo, si, pero tengo una buena excusa, he decidido ceñirme a mis mas privados documentos de word.

Mis siempre fieles, discretos y sufridos documentos de word. Les tengo que poner un nombre cariñoso, como wordies o cualquier gilipollez que se me ocurra.

Lo que no quita que de vez en cuando me pase por aquí. Mentiría si dijera que nunca he pensado en convertir esto en algo mas grande y llamarlo lacomeduradetarro.org. Nota mental: adquirir dominio.

Porque todo esto no es mas que una conversación conmigo misma, como lo ha sido siempre, sin ningún destino, motivo ni fin aparente. Ni ganas de que lo haya. A lo más que aspiro es a conservar todo lo que escribo desde que toqué el primer ordenador, leerlo con veinte años mas, sonreír y pensar ¨que loca que estaba¨.

Hablando de viajes en el tiempo, yo ya llevo bastante tiempo en una relación (si, documentos de word, no se como se me ha podido pasar comentaroslo) pero aún recuerdo como era todo antes. Lo tiengo bien memorizado porque suelo tirar de toda esa información útil que adquirí en mis años de soltería.

Y me encuentro con que en unos pocos años el mundo ha cambiado y que todo lo que yo creía cierto y eficaz al parecer no funciona. En mis años mozos cuando un chico te invitaba a cenar quería tema, en mis años mozos un ¨que guapa estás hoy¨ era una entrevista para un fichaje, en mis años mozos ¨te oigo en las risas de los niños y te veo en el brillo de las estrellas¨ eran un elegante tanteo para ver como de firme era la goma de tu ropa interior.

Sus pensamientos, los de ellos, a nuestros diecimuchos eran claros como el día. Y sus intenciones oscuras como la noche. Sus miradas por encima de tu hombro en busca de tu novio o cualquier otro interesado evidentes, sus maniobras repetitivas. Me expreso así porque la mayoría de las veces mis amigas y yo no buscábamos el acercamiento en los pubs a esa edad (algunas si, benditas sean, protagonizan algunas de las anécdotas mas divertidas de contar). En mi caso, y ahora que puedo confesarlo todo, todo y casi todo,  porque estaría secretamente colgada de alguien de quien no debería, como era habitual.

La versión oficial era algo así como que el alcohol me conoció a mi, yo conocí al alcohol y nos enamoramos.

Alguno me engañó, claro que si.  Mejor sería decir que me engañé yo solita... porque pensándolo mejor es muy difícil engañarme conscientemente, lo mejor es dejarle a mi cabeza hacer, pensar, trasnochar y esperar relajadamente el resultado. También me he encontrado con hombres espectacularmente confusos y dramáticos, y eso que en cuanto al drama yo no me quedaba corta, palabra de rimel por la barbilla. Pero, que casualidad, esos hombres confusos y torturados también tenían la urgente necesidad de meterse en tus bragas. Acabásemos. Esas almas atormentadas no iban a decirte que no ni mucho menos. Y no se les movía ni un solo pelo.

Y todo esto ha venido a cuenta de que llevo un tiempo hablando con una amiga sobre un chico que ha conocido y que me tiene anonadada, patidifusa y replanteándome todo lo que creía saber de los hombres y de su modus operandi. Ahora al parecer les gusta marearte sin ningún fin en particular. A esos seres que nos vendieron como ávidos y libidinosos depredadores les gusta jugar. Jugar por jugar. Durante meses. Sin estrógenos.

Quizá hayan aprendido de nosotras y quieran vengarse.

Si es así, que Dios nos coja confesados.

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