lunes, 20 de septiembre de 2010

El primer día...

...o sobre por qué narices nos motiva de ese modo empezar.


¿Por qué nos gustará tanto lo nuevo? Después de mucho meditarlo, -me ha llevado esta mañana lo que dura una incursión a la panadería y todo un trayecto de autobús- he llegado a la conclusión de que es porque aspiramos constantemente a enmendar todos nuestros errores y alcanzar la perfección.

¿Que como he podido pasarme tanto de rosca a esas horas tan intempestivas? Teniendo ya bien en cuenta que sin cafeína en las venas soy un puto genio -sarcasmo evidentemente- porque tengo que autosugerirme cuestiones sesudas disfrazadas de portada de revista femenina.

Por eso de pequeños nos gustaban tanto los lápices nuevos, afilados solo una vez. Las gomas de borrar impecables y los estuches sin machas de tinta o rotulador. Veníamos configurados para eso, para aspirar a la sublime perfección desde nuestras limitadas capacidades homosapienescas.

Voy a poner otro ejemplo, también es cierto que año tras años nos proponemos ser unos estudiantes aplicados, ir con militancia sectaria a todas y cada una de las clases y llevar los apuntes al día. Los más neuróticos incluso pueden llegar a hacerse un horario en el que se estipula la hora de la ducha o de la cena con precisión quasi milimétrica. Este año si, no voy a fallar, lo conseguiré. Aunque me cueste una crisis nerviosa.

Y esos intentos de matricularse en un gimnasio para ir 3 días a la semana hasta finales de año, esos si que son fortalezas en el aire...

Y las veces que hemos tirado ropa del armario o trastos viejos de nuestro cuarto ¿No tratamos, en el fondo, a veces, de desprendernos de lo que no nos gusta de nuestra vida y de nosotros mismos?

Podría incluso aplicarlo a cambiar de pareja, o de amigos, pero por hoy mi razonamiento no da mucho más de si. Otro día.


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