Esta tarde, rodeada de algunas de las personas a las que más aprecio he sentido un extraño peso en el estómago. Como cuando recordamos algo importante de repente me he preguntado que hacía yo allí y la desazón se ha apoderado de mi durante unos segundos. Lo estaba pasando bien... hablábamos de una futura acampada que en realidad es el oro en los eventos del próximo mes. Entonces ¿ Era real esa sensación? He mirado alrededor y me he sentido algo perdida, pero es bien sabido que tardo bastante más que la media en establecer conexiones. Las cosas me ponen a prueba y cambian antes de que las pueda entender. Escurridizas las cosas... pero que asco me dan.
Por cierto, acabo de recibir un mensaje y me ha dado un vuelco el estómago, casi parece que este esperando algo. –Bien, es el aviso de disponibilidad de una amiga, no me quejo, yo también tengo la cochina costumbre de no cargar el móvil cuando debo... ¿Pero nada más? Puñetas. – Creo que debería buscarme alguna afición no relacionada con la humanidad y su recurrente comida de tarro. Nada de filosofía, nada de psicología autoaplicable, y sobretodo NADA de novelas de caballerías que ya sabemos como acaban las cosas.
(Aburriéndome en mi hidalguía y partiendo a ensartar molinos. Como mínimo).
Espero que se me pase esta racha o tendré que planteármelo. La desidia es el quinto jinete del apocalipsis. Más peligrosa de lo que podríamos llegar a imaginar.
Es lo que tiene la vida real, que no es coherente, que no sigue un patrón narrativo y que en la mayoría de los casos nos gustaría reescribirla. O al menos aderezarla. Supongo que a mucha gente le pasa porque espero no haber cruzado ya la fina línea que separa el inconformismo de la locura.
Y eso que la locura linda con muchos estados...
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