Quizá esa noche tuviera otras cosas que pensar lejos de los derroteros literarios, y sé que por mucho lirismo o metáfora mal disimulada que utilizara era una bomba de relojería punta. Una bomba de relojería frente a mis desproporcionadas y curiosas naricitas.
Mejor lo dejo todo, pensé, en el seguro y bien abonado campo de mi subconsciente... pero si algo patológico tiene el escribir es la imperiosa necesidad de contárselo todo a una superficie en blanco. Me parece que a estas alturas mis documentos de word pueden conocerme mejor que la gran mayoría de personas que me rodean.
Y es preocupante eso que he escrito, pero repito, el negro sobre blanco me acelera las pulsaciones como uno de esos pretendientes torpes y pícaros de mis años mozos. Por muy pueril que parezca no puedo resistirme, es ver un teclado y pierdo los papeles, si puede decirse así.
El caso es que ha pasado un año más y ya pisamos el 2011, a mi cada vez que lo pienso me parece rarísimo. ¡2011, ya estoy aquí! Y en una situación en la que no esperaba encontrarme, con El sujetándome el abrigo a la entrada de un pub donde esperaba encontrar tabaco ¿No es desternillante queridos documentos de Word? Toreando en esas plazas, con lo que yo era... y tan feliz de sumergirme en innumerables topicazos como si una parte de mi siempre hubiera estado preparada para ello. (Esa parte de mi fue a una escuela nocturna y se sacó un master, si no, no me lo explico).
Sin olvidar esos molestos contratiempos con los que el 2010 me ha puesto a prueba. Puedo con todos, claro que puedo. Pero aprendí el valor de aquello que siempre había estado en un modesto segundo plano porque nunca lo había echado en falta... y me refiero a la capacidad de estar en la situación de hacer lo que quisiera cuando quisiera sin ponerle peros al futuro. Quizá tenga suerte, quizá no. No lo se. La simple duda como condición indispensable es algo tan aterradoramente humano que aún ahora se pone la carne de ave de corral. Los jóvenes pensamos que somos indestructibles y no. Nos equivocamos.
Y por lo demás ni me molesto. Lo dejaré por el momento en los trasteros del 2010, donde seguramente sea bastante más productivo.
Otra cosa, ganas, ningunas, de hacer propósitos de año nuevo.
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