Yo, o mi alter alter, no se cuál de los dos, estaba arriba, en el frío cuarto del ático mirando por el tragaluz.
Sobre el escritorio hay muescas, hay fechas y nombres grabados sobre la madera. He estado allí tantas veces que podría reproducirlas a la perfección en una tabla. Un día de octubre en la esquina superior izquierda, una N arañada con furia justo debajo. Un día de Junio en el borde inferior, esa se hizo con cuidado y con una llave. Una A sobre una W casi en el centro. Marcas de lápiz, palabras sueltas. Un 12. Un 9 de picas asimétrico. Un 3 pequeño a la derecha.
Sobre las muescas hay papeles, hay dibujos muy oscuros y de líneas rectas, nerviosas. Hay historias muy cortas y otras sin terminar. Hay fotografías cuidadas, mordidas, desteñidas o manchadas. Hay un folio en blanco que tiene fecha y título pero que no cuenta nada.
Hay un tablero de ajedrez dibujado con tinta negra en la contraportada de un libro de Poe, debajo de una lámina que representa un castillo hundiéndose en un lago. La partida esta casi perdida, pero habrá que esperar.
Quién la jugó seguramente pensó "No vale la pena, pero habrá que jugar hasta el final . No ha sido la mejor estrategia" Quién la jugó sabe que hubo muchas pequeñas decisiones a lo largo de la partida que lo llevaron hasta ahí y aún así, no se arrepiente demasiado. Quizá el cambio de reinas fué brusco, quizá el alfil no mató al peón adecuado. Quizá si necesitaba a aquel caballo.
Quizá no juega bien. Pero juega.
Y ahora mismo, sin que su rival sea ni mínimamente consciente de lo que ocurre, esta esperando a que lo venzan.
En esa habitación no corre el tiempo y las paredes estan desconchadas de sal y humedad.
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